Cuando hice mi primera importación desde China, con más entusiasmo que claridad. Pensaba que iba a ser un proceso simple: elegir un producto, pagarlo y recibirlo en mi país. La realidad fue otra.

Perdí dinero con pésimos proveedores. Me trabé en aduanas porque no entendía los trámites. Calculé mal los costos y lo que parecía rentable terminó siendo una pérdida.

Cada error me costó caro, no solo en dinero, también en tiempo y en confianza.

Pero decidí insistir, investigué, volví a intentarlo, y poco a poco empecé a ordenar el caos en un método.
Ese método me permitió construir un negocio rentable, que no depende de la suerte ni de atajos, sino de procesos claros y repetibles.

Con los años entendí algo importante: la importación no es difícil, lo difícil es hacerlo solo.

No se trata de tener capital enorme ni contactos secretos, se trata de tener un proceso confiable y alguien que ya lo recorrió. 

Hoy mi rol es ese: mostrarte el camino sin adornos, con la honestidad de alguien que ya cometió todos los errores posibles y los convirtió en aprendizajes.

Lo que a mí me tomó años, fallas y dinero perdido, tú puedes aprenderlo en semanas, con un acompañamiento que te evite los mismos tropiezos. Esta historia no es para inspirar, es para advertir.

Porque sé lo que cuesta equivocarse y también sé lo que se siente importar con seguridad. Y esa diferencia es la que quiero darte desde el primer día en mi comunidad.